Todos estamos de acuerdo en que estos pecados son nocivos para el amor, pero a veces no somos capaces de identificarlos.
Los bebés quieren a sus madres, y las madres quieren a sus bebés, pero estos dos tipos de amor difieren bastante. Un bebé quiere a su madre por lo que ésta le da (protección, afecto y unos cálidos pechos) mientras que una madre ama a su pequeño a pesar de todas sus exigencias.
¿Qué deseas de tus amantes? ¿Deseas que te amen? ¿Que te respeten? ¿Que compartan tus mismos valores? ¿Que sean honestos, atentos, cariñosos, fieles, comprometidos? Si es así, lo que sientes es amor de bebé, no amor de verdad.
Ningún problema al respecto, a menos que superes los 30; en ese caso es hora de hacerse mayor. El amor real consiste en lo que das, y no en lo que recibes.
Lo gracioso de todo esto es que muchos treintañeros deciden que necesitan amar desinteresadamente, así que se compran una mascota o tienen hijos. Los hijos y los animales merecen nuestro amor hagan lo que hagan, de modo que podemos entregarles nuestro amor incondicional sin sentir que se aprovechan de nosotros. Es una lástima que estas personas no se atrevan a amar a sus parejas del mismo modo.
Los cuentos de hadas acaban con la frase "y vivieron felices por siempre jamás". Los afortunados protagonistas de esas historias acaban encontrando a su media naranja, y entonces ya están completos. Pero las cosas no funcionan así en el mundo real por dos motivos:
El primero es que todos necesitamos mucho más que una sola persona en nuestras vidas; necesitamos un montón de gente: amigos, amantes, compañeros de trabajo, clientes y desconocidos cuyas vidas se entrecruzan con las nuestras aunque nunca lleguemos a encontrarnos. La idea de que una sola persona puede darte todo lo que necesitas es una peligrosa quimera porque somete al otro a una tremenda presión para conseguir lo imposible, y nunca será capaz de cumplir tus expectativas.
El segundo motivo es que nadie te puede completar, tienes que completarte a ti mismo. El amor no es como dos torres de cimientos inestables apoyadas la una contra la otra, sino como un puente que une dos robustas torres. Si no te vales por ti mismo, lo máximo que puedes esperar del otro es una dependencia mutua, y eso no es amor.
Emparejarse como un par de zapatos no conduce a la realización personal, conduce al aislamiento. Sólo estamos de paso en este planeta y hay muchas cosas que ver y hacer. Sin embargo, aprovecharás la vida al máximo si haces un esfuerzo por intimar con muchas otras personas, ¡son lo más interesante que hay por aquí!
Como seres humanos intentamos constantemente mantener el equilibrio entre dos metas opuestas: distinguirnos de los demás y al mismo tiempo conectar con ellos. La primera representa la búsqueda de la propia identidad, impulsada por nuestro ego, y la segunda la búsqueda de una intimidad compartida, impulsada por nuestro corazón.
Es estupendo ser ambicioso, querer mejorar en la vida y llegar a ser la persona que siempre quisiste ser. ¡Pero ése no es el objetivo de tu vida amorosa! Tu vida amorosa es para conocer íntimamente a los demás, no para reafirmar tu propia identidad. Como regla general, si se está acercando a su vida amorosa con intención o expectativa, no es amor.
Por eso, si te das cuenta de que sigues esperando a ese amante ideal que te mereces, el que te hará sentir como un príncipe o una princesa, si presumes de lo que tu amante hace por ti o te da, si siempre quieres salir en pareja, si tus amigos te dicen que tu amante no es o nunca fue lo bastante bueno para ti, entonces estás confuso. En eso no consiste el amor, en absoluto. ¡Sé ambicioso en tu profesión, o en tus aficiones, pero no en tu vida amorosa!
Exigir fidelidad sexual es una forma de posesión; reduce a tu amante a una mera propiedad. Los celos son para perdedores inseguros. Ambos conceptos se basan en tu ego; ninguno de ellos es compatible con el amor.
La monogamia no es algo natural en los humanos (o en la mayoría de los mamíferos). Hemos evolucionado como una especie que, al igual que nuestros más cercanos parientes, los chimpancés y los bonobos, usa el sexo para mucho más que para hacer bebés. Los gorilas practican sexo menos de 20 veces por cada embarazo; ¡los humanos más de 1000 veces! Cuando éramos nómadas, las mujeres practicaban sexo con la mayoría de los hombres de su tribu como una manera de establecer vínculos sociales.
Así que, ¿qué pasa si intentas ser monógamo? Que pierdes interés por el sexo, ya que nos excita la novedad. Sientes rencor hacia tu pareja por las oportunidades perdidas. Y la mayoría acabamos engañando a nuestra pareja, y esa deshonestidad destruye la confianza y la intimidad. Y no recibes nada a cambio de tu sacrificio, nada en absoluto.
Las relaciones tradicionales son contratos: un intercambio de promesas. Cuando haces una promesa, asumes una obligación. No necesitas una obligación para hacer algo que quieres hacer, así que prometes hacer algo que no querrás hacer, en este caso, permanecer juntos. ¿Es eso lo que de verdad quieres? ¿Seguir juntos cuando tú ya no quieres?
La amistad, por otro lado, no conlleva compromisos. Si haces infelices a tus amigos, te dejarán. ¡Así que no lo haces! Es por eso que las amistades son las relaciones más duraderas y profundas de nuestras vidas.
Tus relaciones amorosas serán más profundas y durarán más si las tratas como amistades, y no como compromisos. No hay lugar en el amor para la obligación.
Crecer y convertirse en parte de la sociedad adulta consiste en aprender qué se espera de nosotros y actuar en consecuencia. Y esto es algo muy bueno; de otro modo, la civilización se vendría abajo. Así que queremos que hagas lo que se supone que tienes que hacer: estar a la altura de las expectativas de los demás.
Pero eso no es amor; es simplemente interpretar un papel: el cónyuge devoto, la pareja perfecta, la familia feliz. Es sólo una actuación.
Si eres inseguro, probablemente te reconforta hacer lo que tu familia y amigos esperan que hagas. Pero al final no es a ellos a quien tienes que satisfacer, sino a la vocecilla de tu corazón, no a tu estrepitoso ego. Si estás convencido de que lo que tienes es todo lo que te mereces, si no te crees con derecho a pedir más, estás intentando silenciar tu voz interior. Y eso no es amor.
Como ya te habrás dado cuenta, la sociedad humana está en medio de una enorme transición, la tercera de nuestra historia.
La primera sucedió hace unos 10.000 años, cuando abandonamos nuestro estilo de vida nómada y nos volvimos sedentarios. Dado que cultivar la tierra y criar ganado supone una gran inversión de tiempo, inventamos la idea de propiedad, y entonces tuvimos que inventar las herencias, y luego la paternidad, y luego la fidelidad femenina. Y así inventamos el matrimonio, en el que las mujeres son otro tipo de propiedad, como las tierras, el ganado y los esclavos.
Más tarde, cuando llegó la Revolución Industrial hace unos 250 años, todo volvió a cambiar. Los trabajadores de las fábricas, minas y talleres no eran esclavos; eran empleados que decidían libremente intercambiar su mano de obra por dinero. Y el rol de las mujeres también cambió: también ellas pasaron de ser una propiedad a ser empleadas. Por primera vez se dio importancia a sus opiniones, y a partir de ese momento marido y mujer se unieron en matrimonio con el consentimiento de ambos. A esto es a lo que la gente se refiere cuando habla de relaciones tradicionales.
Y ahora, más o menos desde el final de la Segunda Guerra Mundial, hemos empezado una nueva fase en nuestra historia. La relación entre patrones y empleados se ha vuelto mucho más equilibrada. Algunos empleados se convierten en subcontratistas o vendedores con múltiples clientes, y otros reciben primas y acciones; se están convirtiendo en iguales. Del mismo modo, el feminismo ha convertido a las mujeres en miembros de pleno derecho en el matrimonio, y los matrimonios por la iglesia o por lo civil, ya no son importantes.
Y los matrimonios tradicionales se han desmoronado, y han seguido la senda de la esclavitud y del derecho divino de los reyes. Simplemente ya no funcionan bien. Por supuesto, algunos funcionan, o al menos parece que funcionan. Pero la mayoría no funcionan bien, incluso aunque las parejas sigan juntas. Esto no es culpa de nadie: la cuestión es que el mundo ha cambiado. ¡A mejor!
A mucha gente le cuesta aceptar esto. Ven el pasado como una Edad de Oro, e ignoran las hambrunas, las plagas y las guerras que lo caracterizaban. Y consideran las relaciones tradicionales como el patrón oro, sin importar la infelicidad generalizada que condujo a las revoluciones sociales de los años 60.
Por ejemplo, muchas mujeres se consideran a sí mismas tradicionales, pero nunca aceptarían el estatus de ciudadanas de segunda de las mujeres de aquella época, ya sea en el hogar o en el trabajo. Se consideran a sí mismas tradicionales, pero nunca aceptarían las queridas, concubinas y prostitutas de las que gozaban los hombres en las relaciones tradicionales. Se consideran a sí mismas tradicionales, pero sus intereses y ambiciones van más allá del hogar y la familia, el papel al que estaban relegadas en las relaciones tradicionales. ¡Queremos mucho más que antes!
La clásica "bicicleta tándem" representa las relaciones tradicionales. Como aspecto positivo, se les reconoce públicamente como pareja, y la mujer sentada detrás no necesita preocuparse demasiado. Como aspecto negativo, ella es sólo una pasajera con vistas poco interesantes, incluso si pedalea un poco.
De hecho, lo que la mayoría de las mujeres desea es un nuevo tipo de relación experimental en la que ambos miembros de la pareja disfruten de los privilegios que los hombres solían tener. ¡Quieren ser hombres! Quieren una relación que satisfaga sus intereses, y no una en la que se limiten a satisfacer los intereses de sus maridos. ¡Y deberían tenerla!
Pero este enfoque sólo funciona mientras los intereses de ambos coinciden. Cuando esos intereses divergen, las opciones son la infelicidad o la separación. Y eso es lo que vemos a nuestro alrededor. Este nuevo tipo de relación experimental ha fallado en prácticamente todos los aspectos en los que podía fallar, y es hora de probar algo diferente.
En una relación feminista moderna, cada miembro de la pareja es independiente. Viajan juntos cuando les conviene, y cuando no, pueden elegir su propia ruta e incluso viajar con otros. Aprecian lo que el otro puede ofrecer, pero no critican sus carencias. En otras palabras, ¡son amigos!
Este tipo de relación supone un desafío mucho mayor para las mujeres, y también las obliga a enfrentarse a la desaprobación de sus familias y amigos. Pero muchas mujeres están cansadas de ir de simples pasajeras por la vida, y están listas para dirigir sus propias bicicletas.
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